EL REGRESO

Sabía que sucedería, tarde o temprano, volverías de las profundidades del averno y devorarías una a una las plumas de mis alas para no dejarme volar hacia el cielo que me esperaba en su inmensidad y pureza. Te vi, y eso será lo único que podré decir al respecto, te vi y recordé porque te amaba, recordé todo, como si nunca te hubieses ido, como si el tiempo que nos separó fue cuestión de horas o quizás segundos.

Ahí estabas tú, detrás del cristal, mirabas afuera para distraerte y estaba yo, sin esperar tu hermosa mirada, sin esperar a que me vieras, sin querer que me vieras… Estabas tú ahí sentado y con la mirada perdida.
Supe que sabias que te miraba cuando cambiaste la mirada y la lanzaste de nuevo al vacío esperando a que mi mirada desapareciera para no hacerte sentir incómodo.

Sabía que sucedería, que no estaría preparado para tu regreso, que volverías casi sin avisar y sin ánimo de enamorarme de nuevo, aunque lo hiciste y no pude hacer nada para detener este sentimiento que corría triste por mi cuerpo.

Juré no verte más, había jurado odiarte, dejar que te perdieras en el enorme baúl de mis recuerdos más tristes, pero ahí estabas pegado de en la ventana, tatuado en la puerta, enmarcado en el baño, en mi desayuno, en cada comida, en cada respiro, en cada sueño…
Esperaba que sostuvieras mi mano como lo habías hecho tantas veces en mis sueños. Esperaba encontrarme con tu sonrisa o quizás con una mirada que me llevará de vuelta al cielo, pero nunca sucedió, tus ojos, hermosos, solo me dedicaron la misma mirada de siempre, la misma triste y agónica mirada llena de orgullo y desprecio.

No conozco mi rostro cuando te miro. Jamás podré conocerlo.

Solo necesito tu mirada, tu sonrisa, un poco del aire que respiras… Algo que me haga ilusionarme una vez más para soñar que soy feliz, para alejarme de todo lo que me perturba, para…

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