EL CASTILLO SOBRE EL CIELO


Quizás las voces que intentaron opacar siempre tuvieron la razón, siempre supieron todo como en realidad era, pero las dejaron apagar, las sucumbieron en el frió, en la soledad, en el olvido que genera la rabia, la tristeza y la incertidumbre.

Lloró el cadáver inmóvil y se perdió como un tonto en un aguacero sin fin de sentimientos. Lloró y miró desde el cielo a todos los que quiso y vio que su muerte había sido en vano que nada había cambiado y que solo unas pocas lagrimas lo habían recordado. Que su recuerdo fue nulo, que su familia seguía tropezando sobre el mismo ladrillo que el había dejado en el piso, que él les había dicho como saltar... y a pesar de intentarlo lo saltaron mal.

Miró los ojos fríos de su hermana y recordó que se parecían a los suyos, que le recordaban la inmensa felicidad inexistente y la tristeza caótica que él también supo ocultar con algo que aún se preguntaba. tuvo miedo de que ella también fracasara en el mismo peldaño, que ella hubiese sentido siquiera el sismo de los gritos que producían su ausencia. Esperó pero nada cambio y terminó con las alas guardadas en la espalda, con los ojos derramando lagrimas, con la sonrisa de siempre en la cara y con la mente abierta para cualquier conocimiento que lo distrajera de su situación metafísica.

Suplicó a los vientos que le llevaran el mensaje a la vida, pero la tristeza ya estaba en el aire y solo pudo sentarse a esperar en la esquina de una nube que flotaba sobre su antiguo hogar.

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