CALI

Cali, Marzo 2014
Buscá con tu lengua.  Ahora más rápido. Intentá más adentro. Lamélo que es como una lenguita pequeña.  No está  húmeda, pero lamémela, tocála, agitála, sobála…Ahí es, así. No cambiés de ritmo.
Subí, vení besáme, pero laméme las téticas, chupáme la aureola, agarrámelas como si fueran mangos, chupámelas como si fueran caramelos. No las exprimás que no les sale jugo.
Subí, vení y dame ese besito en la esquina del labio. Alzáme por los aires. No pongás mis glúteos sobre la mesa de cristal que me da frio. Ni se te ocurra metérmela sin lamerme el hoyito primero (¿o lamérmelo otra vez?). Mantenéme en los aires, agarráme duro de los muslos, tenéme fuerte que este vértigo que me da  ya se siente como de caída.
Penetráme, quitáme esta virginidad falsa. ¿Qué haces con eso? ¿Qué es eso? ¿Por qué me metés el dedito ahora que estoy tan preocupada? No lo movás, soltáme.
Cogé la lenguita, no la pellizqués.
 ¡Puto! ¡Te dije que no encima de la mesa de cristal! Que frio.  Me tenés agarrada de ese pulgar y ahora con eso en la mano. Quitá esa sonrisita, que me da miedo. Matáme si me vas a matar. Matáme. No me cortés que me desmayó. No me lamás las tetas que ya no estoy pa´ juegos. Moríte. Como quema esa hijueputa cera. No en mi coño guevón, no me metás cera en el coño. Sos un enfermo. Cortáme ya. Matáme.
¿Por qué me cojés de los muslos otra vez? ¿A dónde me llevas?
Tiráme con delicadeza que es la cama de mis pas malparido. Esta fría esa mierda que me estas metiendo, esta helada. Como arde. Quema frio. Hacélo más rápido que ya me gusta. Échale cera que el frio me mata. Sangro. Dejá de sonreír.

¿Con esa mierda ensangrentada crees que me vas a cortar las tetas? Ni loco. Podés destrozar mi coño pero no mis tetas. Vení, besáme en la boquita. Cojéme la cola. Cojéme. Penetráme. Dame picos de Judas guevón, que ahora me mataste y seguís con la maricada de amarme. Moríte. Matáme. No te la voy a mamar. Es mi última polla. No me la metás tan adentro. Eso, limpiáme la sangre que tengo en el coño, así, con la lenguita.  Limpiáme que mi mamá piensa que soy virgen. No me cabe en la boca. Vení,  las huevas. Vos también tenés hoyito. ¿Y si te lo toco? Que niña. ¿Qué sentís? Seguí lamiendo, quitáme la cera de los pelos. Que mano de mierda. Quitáte que me quiero bañar, me cagaste la cara guevón ¿o es semen? Marica. Te meto el dedo en el ano y te venís. Quitáte maricón. 

Sin título

Por qué la cara. Cuál cara. Esa que tiene, toda larga, como de preocupación. De qué habla, normal. A mí no me mienta, no ve que yo le conozco cada curva de su sonrisa y me es posible identificar cuando las finge. Por eso me extraña que me busque quiebres donde no los tengo, no finjo esta sonrisa, así es.
Me gusta esconderme detrás de la mesa, sumergirme en mi amargo trago mientras lo veo en la pista de baile. Tiene ese don para bailar. Siempre le gustó bailar. Mueve las piernas tan rápido como nadie que jamás haya visto, ni los mejores bailarines de salsa podrían competirle a sus audaces piernas, esas que revelan sus antepasados negros que lo niegan a él en su fisionomía, así como él los niega en su dialecto cotidiano. Tiene ese miedo a ser negro, miedo tonto. Él es blanco, con esos ojos azules llenos de verde y relámpagos amarillos, esa altura, esa blancura casi traslucida, la barba inminentemente española y bien cuidada, y,  esos labios rojos y finos, lo único que lo hace negro es ese bailado que tiene que no deja de volverme loco. Quizás es más negro cuando baila porque saca el culo buscando que la gente le mire la carne apretada contra el jean o el pantalón de colores.
Tienes la mirada ida. No me jodas. Te gusta. Por qué me lo preguntas. Solo me causa curiosidad que andes tan callado. Haber, mírala. Qué. No ves como tiene las patas, mira como le sube la curva de la cintura y le enmarca la figura. No entiendo las mujeres. Te haces el que no entiende, pero sabes que antes que nada eres hombre.
Tiene, también, ese miedo a que le digan homosexual, miedo tonto. Él es un hombre. Solo una vez le preguntaron que si era gay y fue porque ya se lo había contado a cientos de amigos. No frecuenta bares, prefiere las discotecas donde van las tías buenas y las que saben moverse, porque no le gusta quedarse sentado. Por eso siempre me gusta esconderme detrás de la mesa, sumergirme en mi amargo trago mientras, como si fuera la primera vez, me enamoro de él.
Viviremos juntos. No. Por qué. Sencillamente creo que tenemos una visión diferente de lo que es el amor. Claro, para ti todo es sexo. No me hables así que sabes que no es cierto, para mi corresponde a algo diferente y ya está.
Le gusta llevar esa ropa ajustada, siempre la misma, pues no tiene más. Pero nadie se da cuenta de eso, la gente se distrae con  verlo. ¿Cómo no verlo? Le sobresalen los músculos, puedes repentinamente llegar a  imaginarlo desnudo. Tampoco importa cuando suda en la pista, porque se pierde ese sudor entre el apasionamiento del cuerpo de la mujer que tiene de turno. Siempre es una distinta, no repite rasgos.
Tú sabes que puedo cambiar por ti, para que los dos podamos vivir juntos. No es eso, no quiero que cambies y menos por mí, entiéndelo, sencillamente creo que es mejor si no vivimos juntos. No lucharé más.
Después de bailar 3 canciones con la misma mujer, se aburre, promete llevarlas a nuestra casa, hacerlas suyas…Es gracioso ver como a todas se les iluminan los ojos. Más de una vez he presenciado la mirada de una arpía que piensa por segundos que sería bueno quedar “mágicamente” embarazada.
Te cansaste, Tan rápido. Me aburrí. De mí. De tener sexo tan seguido. Prefieres huir. Siempre he preferido escapar.
Pero también llega siempre ese momento donde él les suelta el discurso de que son las mejores bailarinas del mundo, pero que él prefiere a los hombres en la cama. Nunca ha podido ser sutil con ese tema, siempre va a directo al grano, no lo piensa y sencillamente lo usa de excusa para acabar de bailar con esa mujer.
Hubieras preferido no conocerme. Por qué siempre haces preguntas que no puedo responder. Solo te pregunto, Lo hubieses preferido. No. Quita ya esa cara, Quieres. No puedo. Qué tienes. Aún no lo sé. Quizás solo necesito descansar.
Todas lo recordarán por ser el chico de la discoteca 30, el de la barba, el de los enormes pectorales y los inolvidables abdominales, con sus brazos que sostienen el peso de cualquiera en el aire y sus veloces piernas. Yo lo recordaré… Quizás no haya suficientes motivos para recordarlo, salvo la idea estúpida de que me pertenece.
Por qué dejamos que la rutina nos atrapará. No es la rutina. Entonces. Ya te dije que odio que me hagas preguntas que no puedo responder, mejor duerme que mañana hay que madrugar. Y si no despertamos. No me vengas con bobadas. Tengo miedo. De no despertar. De que no estés ahí cuando quiera despertar.
Siempre hacemos lo mismo, después de clases los viernes terminamos en la discoteca, yo en una mesa viéndolo y el bailando. A mí nunca me sacan a bailar, pero es por el protocolo de esas discotecas de heterosexuales. En los bares cambiamos de puesto, él se sienta y me ve bailar con cuanto hombre aparece. 
Quién era el tipo ese. El mono. El otro. Cuál otro. No te hagas el huevón conmigo. No sé de quién hablas. No importa. Por eso tienes esa cara. No jodas más con el tema de la cara.
Me gusta que siempre acabemos tirando en su apartamento, ese que yo digo que es nuestra casa aunque no viva ahí. Desde joven me gustaban los apartamentos tipo Loft. Lo que más me fascina es esa sensación de  despertar y hacerle desayuno, pasearme en bola por su apartamento sin que me invada el miedo de los que hacen ejercicio en el Virrey o los que pasan presurosos a su trabajo en el Transmilenio, me vean. No sé en que trabaja, pero gana bien. Él no me llama siempre, solo a veces y esas veces siento que soy tan suyo como él mío  cuando estamos en la cama. 
En qué piensas. Que tengo que volver a mi casa. Puedes quedarte. No sería conveniente, Tú en qué piensas. Se me ha olvidado al verte.
El médico me dijo que me queda muy poco tiempo de vida, yo no he sentido el primer síntoma, salvo las canas y las mil y un arrugas que ya empiezan a brotar como acné de adolecente. Sé que estoy más flaco, que cada día es un paso certero a la muerte. No, no tengo SIDA. Que manía la de la sociedad de creer que porque soy gay tengo SIDA, pues no.
Si planeas irte al menos déjame intentarlo otra vez. Qué cosa. Follarte. Ahora soy yo el cansado, mejor abrázame mientras me duermo. Déjame sentirte. Estás frio. Tengo miedo. No temas.

Sé que no vendrá a visitarme, tendrá trabajos y visitará al percusionista, moverá su trasero a alguna discoteca. Seré lo último que se le pasará por la cabeza y, a pesar de todo, lo amo, siento que él me ama igual, pero con menos ganas. 

CRUZADAS

-       Imagínese que aparece usted nadando
-       Y a mí con lo que me gusta el agua.
-        …
-       Y de repente la cámara se empieza a alejar y resulta que está nadando en un charco.
-       Pero yo con esa vieja nado donde quiera.
-       No entiendo que tiene que ver eso con el cuento que toca representar.
-       Todavía no se preocupe por eso…Y entonces un montón de gente está alrededor suyo y la ve nadando. Nadie dice nada, pero todos la miran como preguntándose qué está haciendo.
-       No hermano, estando en mi posición no le hubieran dado ganas.
-       Pero es que estando uno solo en un país desconocido, sin novia porque está bien lejos, en un hotel que parece desierto y la vieja nadando semidesnuda en la piscina y sabe que usted la mira… No se haga el marica… Pero bueno y ¿Qué paso?
-       De repente sale un elefante.
-       ¿Así? ¿De la nada?
-       Sí, pero solo toca mostrar la cara que es más fácil.
-       ¿Y por qué un elefante?
-       Pues es que… No tengo explicación.
-       Bueno, pero no se detenga, ¿Qué paso?
-       No sé, pero empieza a botar pintura sobre el charco en el que usted nada, así, en nado libre. Y cuando le cae la pintura usted sigue nadando como si nada hubiera pasado.
-       ¿Y la gente?
-       Pues mis amigos la vieron primero, luego me llamaron. Ellos se fueron y yo me quede mirándola como un pelmazo, y ella se dio cuenta.
-       ¿Y qué le dijo?
-       Usted es muy ficti, no me voy a poner a nadar en un charco y que me caiga pintura que me lanza un elefante.
-       Sígame el juego.
-       Está bien. ¿Y entonces qué pasa?
-       Pues nada, me miro, entonces baje a la piscina y me acerque a la orilla, la mire y me sonrió.
-       ¿Y no le dijo nada?
-       Pues hasta ahí llevo planeado todo, pero si quiere me puedo inventar otra escena.
-       Pues hágale a ver si se me quita este sueño.
-       No.
-       ¿Y usted se fue?
-       Si, ya tenía mucho sueño.
-       ¡No jodás! La vieja toda dispuesta y ¿vos te vas? Hay que ser gilipollas.
-       Entonces un man de la multitud se abre paso y la saca del charco.
-       Ya no me gusto, todo romántico eso. Odio las historias románticas.
-       Pues no precisamente, apenas vio que me iba salió de la piscina y me cogió en la puerta.
-       Bueno entonces ya lo cambio. Entonces cuando le caen los colores se corta la escena y aparece un esqueleto meciéndose en una mecedora.
-       No entiendo a qué va con eso pero siga.
-       Ya le dije que usted no se podía quedar con las ganas de meterle un poco de emoción a la película.
-       Pero hombre si te estoy contando algo real, como me vas a venir a decir que ahora soy yo el que quiero ponerle emoción.
-       No importa mucho, total en estas película de video arte no importa mucho lo que uno muestre al final uno puede sacar una interpretación de la nada, todo está en el título y en…
-       Ya bueno, seguí
-      
-       Entonces me dijo que si la podía acompañar a su cuarto, que tenía un problema con su refrigerador.
-       Pero es que es importante mostrar eso, como la vida esta circundada por un montón de parálisis, por diálogos repetidos y excusas iguales.
-      
-       Y le dije que pues claro, que no había problema.
-       Caíste en su trampa.
-       Bueno, pero no te adelantes a darme la interpretación, primero termina la película.
-       Está bien, solo un poco. Llegamos pues a su cuarto, y ella dijo que se iba a dar una ducha rápida mientras yo miraba el refrigerador.
-       ¿Y?
-       Pues bueno, la muerte….
-       Querrás decir el esqueleto
-       Lo mismo, bueno ya sabes que es la muerte.
-       Al principio me pareció muy sospechoso que no sonará la llave del agua y luego todo fue peor cuando me di cuenta de que el refrigerador estaba bien.
-       Pero es que si no me decís bien todos los detalles me imagino un esqueleto desnudo, y vos sabes que la huesuda tiene capa fashion y todo el cuento.
-      
-       Entonces la vieja salió del cuarto y me dijo algo que no entendí, porque no la estaba mirando, y cuando alce la vista la vi ahí toda desnuda.
-       Iluminada por la luz de una única vela, que se apaga de repente. Se escuchan gritos, y ahí creo que toca meterle un tris de banda sonora, al igual que cuando vos nadas, porque creo que cuando nadas toca ponerle música como de circo y acá algo más lúgubre.
-       ¿Y se te paró?
-       No tío, no ves que la vieja era toda huesuda, con tetitas de perra, y la concha súper peluda.
-       Y entonces sales corriendo, te levantas del charco y corres. La multitud no te mira más, miran el charco de colores. Y dejas pisadas arcoíris por todos lados.
-       ¿Te la follaste?
-       Espera que me llaman… Aló… Ya voy para la casa. Me echaron hoy del trabajo. No te alteres que peleé y todo el cuento.
-       Y entonces me persigue un asesino.
-       Bueno, no, pero si quieres podemos hacer una escena de persecución.
-       No, no me preguntes que quieres hacer con la película, cuéntamela y ya.
-       Sí, mi amigo, el  abogado dice que no me pueden echar hasta que se venza el contrato, porque eso estípula, que tengo contrato definido hasta finales de año, y apenas estamos en Marzo.
-       Entonces aparece un tipo, como este actor famoso…
-       No, ya te dije que nada de tipos.
-       Bueno mamá, ahora hablamos…. ¿En qué estaba?
-       En que te la ibas a follar.
-       ¿Por qué insistes en que no haya romanticismo?
-       Escenas románticas, no romanticismo. Dizque literato.
-       No, pues la vi desnuda y si me dieron ganas de darle un pico.
-       ¿Un pico? Que aburrido.
-       Bueno ya, no sé qué inventarme.
-       Pues entonces cuando salgo corriendo aparece una jirafa.
-       No, alcanza el presupuesto para traer más animales.
-       ¿Ni un perrito?
-       ¿Pues no aspirabas a más o sí?
-       Todo este cuento de la fidelidad me mata.
-       Pues un perro sí, pero toca pedírselo a alguien del grupo.
-       Entonces sale un perro detrás de mí y me persigue, y luego con efectos de cámara hacemos que se vaya convirtiendo en hombre.
-       ¿Por qué?
-       ¿No que no querías hombres?
-       Pues pero es que este no es un galán de telenovela, es alguien de los que uno se folla y ya.
-       Como digas… Continua.
-       No sé, al menos dime que se te insinuó más.
-       Pues sí, me levanto, porque yo estaba tirado en el piso viendo el refrigerador, se agacho, me abrió el pantalón y…
-       Pues si vos quieres continúa mejor tú con la historia.
-       No,  ya no es mía.
-       Luego me tiro sobre la cama, pero entonces me acorde de mi novia.
-       Ahora me siento mal por interrumpir tu película.
-       Si ves otra vez el asunto de la fidelidad, ahí en la mitad entre el placer y tú.
-       Es normal, tranquila no era para tanto, pero sigue que de pronto se me ocurren más cosas locas.
-       Sigo mañana, esta ya es mi estación.
-       Bueno, chao, te escribo si algo.
-       Vale.
-       El caso es que aun así, follamos. Pero me habías dicho que no había pasado nada entre ustedes. Que porque la veías muy flaca y yo no sé qué.
-       Pues…
-      
-       O me has estado mintiendo.
-       Quizás un poco. Vos no me querías dejar contar la historia del modo aburrido que sucedió.
-      
-       Pero entonces ¿Qué fue lo que paso? Digo lo real.
-       Lo tendrás que averiguar tu solo, porque esta es mi estación.
-       Joder, Adiós tío.